LAS DINASTIAS DE MUSULMANAS
DEL ASIA CENTRAL:
tahiríes, saffaríes, samaníes,
gaznavíes, buÿíes y guríes
Harún al-Rashíd (766-809), cuyo nombre se traduce como «Harún
el Recto» fue el quinto califa (786-809) de la dinastía Abbasí de Bagdad (750-1258). Su
reinado fue una extraña combinación de despotismo e ilustración. Harún fue hecho
califa a los 23 años y entregó temporariamente el poder a Yahia Ibn Jalid al-Baramika y
a los hijos de éste, afar y al-Fadl. Estos pertenecían a la distinguida familia
persa de los barmacíes o barmácidas que gobernarían de hecho el califato durante
diecisiete años.
Veamos que dijo Harún al confiar la administración a Yahia y poder
así dedicarse full time a sus orgías y degeneramientos: «Te invisto con el
dominio sobre mis súbditos. Gobiérnalos como te plazca; destituye a quien quieras;
nombra a quien quieras; conduce todos los asuntos como mejor te parezca»; y para
ratificar sus palabras entregó a Yahia su anillo (cfr. E.H. Palmer: The Caliph Haroun
Alrasdchid, Nueva York, 1944, pág. 35; Nabia Abbott: Two Queens of Baghdad,
University of Chicago Press, Chicago, 1946, pág. 113).
La razón de la primacía persa
Los nuevos grupos sociales surgidos a la sombra del poder abbasí
estaban encabezados por los llamados secretarios (katib, pl. Kuttâb) de las
cancillerías califales (divanes) que eran persas en su gran mayoría. Con el pasar del
tiempo, los persas no sólo reemplazaron a los árabes en los puestos claves de la
administración califal sino que se convirtieron en los intelectuales y científicos de
mayor renombre y prestigio. Este fenómeno fue analizado y explicado por el gran
historiador y sociólogo tunecino Ibn Jaldún (1332-1406): «Ya habíamos señalado que
la práctica de las artes no existe sino en la vida sedentaria, estado del cual los
árabes se hallaban muy distantes. Dado que las ciencias se cultivan también en las
ciudades, los árabes se mantuvieron alejados de ellas y de los lugares en donde
florecían. Cuando la conquista musulmana, las poblaciones sedentarias (de los países
dominados) se componían de no-árabes, de libertos igualmente no-árabes y de gentes
educadas al estilo de vida sedentaria; seguían el ejemplo de los no-árabes em todo lo
que se relaciona con dicho género de vida, la práctica de las artes y el ejercicio de
los oficios. Aquellos pueblos eran perfectamente formados para ese tipo de civilización
habiéndose arraigado entre ellos durante el prolongado dominio de los persas Los primeros
maestros en el arte de la gramática fueron Sibawaih (m. 796-97) primero, luego az-Zaÿaÿ
(m. 949) y después al-Farisí (m. 987). Los tres eran de origen persa, sin embargo
habían pasado su juventud en la práctica de la lengua árabe, ventaja que debían a la
educación que recibieron y al trato con los árabes del desierto. Redujeron a sistema las
reglas de la lengua e hicieron de ella una rama de ciencia que habría de ser útil a la
posteridad.igualmente fue el caso de los hombres que memorizaban las Tradiciones sacras
(Ahadith) y las conservaban en su retentiva, en gran provecho de los musulmanes, pues la
mayoría de ellos pertenecían a la nación persa o se habían asimilado a ella por la
lengua y la educación. Todos los grandes sabios que han tratado los principios
fundamentales de la jurisprudencia, todos los que se han distinguido en la teología
dogmática, y la mayor parte de los que han cultivado la exégesis (Tafsir) coránica,
eran persas, como es bien sabido. No hubo en aquel entonces más que hombres de esta
nación para consagrarse a la conservación de los conocimientos y a la tarea de ponerlos
por escrito. Hecho suficiente para demostrar la veracidad de la expresión atribuida al
Profeta (BPD): "Si la ciencia estuviera suspendida en lo alto del cielo, algunos
persas habría para alcanzarla"...La enseñanza de todas las ciencias quedó entonces
definida como un arte especial de los persas, desatendiéndola enteramente los árabes.
Estos desdeñaban ejercerla. Las únicas personas que se encargaron de ella fueron los
persas asimilados a los árabes, cual el caso de todas las artes y oficios, como dejamos
aclarado» (Ibn Jaldún: Introducción a la historia universal. Al-Muqaddimah,
FCE, México, 1977, págs. 1008-1014).
El padre jesuita Miguel Asín Palacios (1871-1944), célebre
islamólogo y arabista español, cita una moraleja del asceta Ibn al-Samak (m. 799) cuando
una vez éste visitó a Harún al-Rashíd en su palacio. En el instante que un sirviente
trajo un vaso de agua pedido por el califa, Ibn Samak exclamó : «¡Oh Príncipe de
los Creyentes! Sí no te fuese posible ahora beber ese vaso de agua, ¿cuánto darías
gustoso por conseguirlo?». A lo cual contestó al-Rashíd: «¡Todo mi imperio!».
Insistió Ibn al-Samak: «Y si no pudieses evacuar de tu cuerpo esa agua, después de
haberla bebido, ¿cuánto darías gustoso por librarte de ese mal?». Respondió al
Rashíd: «¡Mi reino entero!». Entonces Ibn al-Samak dijo al califa: «¿Y estás tan
ufano de poseer un reino que no vale una evacuación de orina, ni lo que vale un sorbo de
agua?» (Ibn al-Samak: Los caracteres y la conducta, trad. M. Asín Palacios,
Madrid, 1916, pág. 115).
Bagdad, capital de Harún, fue la ciudad de las ambigüedades , en la
cual la riqueza del califato permitió, por una parte, un gran despilfarro, y por otra, un
florecimiento de las ciencias y las artes que conducirían a la consolidación de la
civilización islámica y al apogeo de la llamada edad de oro del Islam clásico.
Desde el 791 hasta el 809 el imperio de Harún estuvo en guerra contra
el Imperio Bizantino, y en el 807 sus fuerzas ocuparon la provincia bizantina de Chipre.A
pesar del gobierno afable, generoso, juicioso e incansable de Yahia, al-Rashíd se cansó
pronto de tanta nobleza: se adueñó de la fortuna barmácida e hizo decapitar a
afar y encarceló a Yahia y a su otro hijo al-Fadl que murieron poco después. Sin
embargo, este fue el comienzo del fin de al-Rashíd. Aunque Harún sólo tenía entonces
cuarenta y dos años, sus hijos al-Mamún (786-833) y al-Amín (787-813) ya competían por
la sucesión y aguardaban su muerte. Con la vana esperanza de aminorar esta disputa,
Harún dispuso que al-Mamún heredaría las provincias situadas al este del Tigris,
al-Amín el resto y que, a la muerte de uno de los hermanos, el otro gobernaría todo el
reino. En el mismo año 806 estalló en el Jorasán (el "país del este" de los
geógrafos árabes musulamnes, hoy provincia de Irán) una seria rebelión producida por
los excesivos impuestos de los abbasíes sobre la empobrecida población. Harún marchó a
reprimirla, acompañado de al-Amín y al-Mamún, aunque padecía severos dolores
abdominales. Al llegar a Tus (cerca del actual Mashhad, Irán oriental), no podía tenerse
en pie. Poco tiempo después murió a la edad de cuarenta y cinco años.
Los Tahiríes
Durante los siguientes cuatro años hubo una guerra fratricida hasta
que Tahir Ibn Husain, general de al-Mamún, derrotó a los ejércitos de al-Amín y le
cortó la cabeza al hijo menor de al-Rashíd enviándosela a su hermano al-Mamún que por
esa época se encontraba establecido en Merv. Este al ser proclamado nuevo califa premió
a su comandante con la administración del Jorasán, que quedó como territorio vasallo
del califato bagdadí a partir de 821. Durante cincuenta y dos años (821-873) los
sucesores de Tahir, los tahiríes o tahíridas gobernarían el Jorasán y ocuparían
el puesto de prefecto de policía en Bagdad hasta que fueron desalojados
temporalmente por los saffaríes y sucedidos por los samaníes.
Los Saffaríes
El imperio abbasí estuvo siempre constituido por un agregado de
territorios con límites más o menos indefinidos, modificados en función de las
revueltas locales y de las tentativas de secesión. No era raro que un gobernador
extendiera su autoridad a regiones que no estaban oficialmente a su cargo. Asimismo,
graves sublevaciones como las de los Zanÿ en el Africa oriental y la de los Cármatas
conmoverían al califato y escaparían a su control.
Sin embargo, la amenaza más seria en el siglo IX contra Bagdad la
constituyeron los saffaríes o saffáridas. Esta tuvo lugar en 867 y fue dirigida por
Yaqub Ibn Lait as-Saffar, un antiguo artesano calderero que creó este movimiento de
emancipación popular que rápidamente logró apoderarse del Sistán (su lugar de origen,
hoy bajo Afganistán y parte del Irán actual) y el Jorasán y derrocar a los tahiríes,
fijando su capital en Nishabur, a 112 kilómetros de la actual Mashhad (la capital del
Jorasán iraní). Los califas abbasíes que se sucedieron entre 867 y 900 reconocerían el
emirato autónomo de los saffaríes sobre el Tujaristán, Kermán, Sistán y Sind, y
después sobre el Jorasán, Fars y Sisyistán, a la vez que procuraban que los samaníes
les atacaran (éstos terminarían derrotándolos y adueñándose de sus dominios), y es
que mientras los tahiríes y samaníes representaban de alguna forma los intereses del
«Islam oficial abbasí» y el status quo en lo social, los saffaríes eran de
origen popular y sus fuerzas llegaron a incluir a muchos elementos opuestos a la
ortodoxia, como shiíes, jariÿíes, ismailíes, etc. Yaqub y sus descendientes fueron
gobernadores autónomos y extendieron su dominio sobre el ciertas zonas del Jorasán hasta
1495. Los saffaríes lograron sobrevivir como élite intelectual y política, pese a las
terribles invasiones de los mongoles de Gengis Jan y Tamerlán, durante más de 600 años.
Los Samaníes
En 874, los descendientes de Samán, noble mazdeísta, fundaron una
dinastía islámica conocida como samaní o samánida que gobernó la Transoxiana (en
árabe Ma wara al-Nahr) y el Jorasán como estado autónomo del califato bagdadí hasta
999. Bajo los reyes samánidas, Bujará y Samarcanda rivalizaban con Bagdad como centros
de erudición y arte; allí revivió el idioma persa para convertirse en el vehículo de
una gran literatura; ar-Razí (844-926) el más grande de los médicos del Islam clásico
dedicó el Kitab al-Mansurí ("Libro para al-Mansur") su inmenso
compendio de medicina de diez volúmenes, a un príncipe samánida, Mansur Ibn Ishaq (el
italiano Gerardo de Cremona que vivió entre 1114 y 1187 tradujo al latín, el tomo
noveno de esta obra, el Nonus Almansoris, que fue un texto popular en las
universidades europeas hasta el siglo XVI); una Corte samánida concedió protección, y
el uso de una riquísima biblioteca, a Ibn Sina (980-1037), el Avicena de los
latinos, el más grande filósofo del Islam oriental y también notable facultativo,
llamado «el príncipe de los médicos».
El poeta Rudakí (859-940) estuvo al servicio de Nasr Ibn Ahmad (g.
913-943), emir samaní de Bujará. A Rudakí se le ha considerado como el verdadero primer
poeta del Irán islámico, y ha sido llamado, a veces, «el Chaucer de Irán»
Los samaníes (que se decían descendientes de los sasánidas) lograron
administrar un territorio que se extendía desde los confines de la India hasta el
Tabaristán (hoy encuadrado en la provincia de Mazandarán, Irán). Sin embargo, en 990
los turcos se apoderaron de Bujará y en 999 pusieron fin a la dinastía samánida.
Los Gaznavíes
La costumbre de utilizar regimientos de esclavos turcos (gholam
en persa) por parte del califato abbasí fue imitado por los samánidas. Esto dio lugar a
que estos turcos paganos se islamizaran y adquirieran cierto grado de civilización. En
961, a la muerte del emir samánida Abdulmalik Ibn Nuh, el gholam turco Alp-tegín
se rebeló y capturó la ciudad de Gazna, a 145 kilómetros de Kabul (hoy capital de
Afganistán), estableciendo allí la dinastía gaznaví o gaznávida. Sebuk-tigín,
primero gholam, luego yerno y sucesor de Alp-tigín, entre 977-997 extendió su
dominio sobre Peshawar y parte del Jorasán. Su hijo, el famoso sultán Mahmud de Gazna
(971-1030) conquistó el Irán desde el Golfo Pérsico hasta hasta el Amur Dariá y, en
diecisiete implacables campañas, añadió el Punjab a su imperio y una gran parte de la
riqueza de la India septentrional. También arrebató a los buÿíes las ciudades de Rei
(cerca del Teherán actual) y Hamadán en el Irán occidental. Pero aparentemente se
sació de tantas guerras, botines y conquistas y gastó parte de sus riquezas en la
construcción de importantes edificios islámicos en Gazna. Allí el otrora sanguinario
conquistador se convirtió en un dudoso mecenas de científicos, artistas y poetas que fue
de alguna manera lo que posibilitó el comienzo de la gran era de la cultura
islámico-persa. Entre los que figuraron con bien ganada fama en la corte gaznávida,
además de al-Biruní que veremos aparte, podremos nombrar a un poeta como Firdusí
(940-1020), autor del mayor poema de la literatura persa, el «Libro de los Reyes» (Shah
Nameh), quien le dedicó, no de su agrado, esa extraordinaria obra de sesenta mil
dísticos, y que fue pagado por Mahmud con la más grosera de las ingratitudes.
Durante esta brillante generación, Mahmud de Gazna estuvo cerca de
convertirse en el soberano musulmán más importante de su tiempo; pero siete años
después de su muerte, el imperio gaznaví cayó en manos de los turcos selÿukíes.
Al-Biruní
Abu ar-Rayhan Muhammad Ibn Ahmad al-Biruní (973-1050), un sabio
musulmán persa que era astrónomo, historiador, botánico, geólogo, poeta, filósofo,
matemático, físico, padre de la farmacia medieval y geógrafo, confirmó la esfericidad
terrestre en su libro al-Qanum al-Masudi fi al-haia wa al-nuÿum ("Canon
masúdico sobre el cielo y la tierra"), dedicado a Masud Ibn Mahmud (sultán de Gazna
desde 1030 hasta 1040), utilizando mediciones con el astrolabio, y logra con asombrosa
precisión las dimensiones de la tierra, de la determinación de las coordenadas
geográficas y de las diversas proyecciones cartográficas.
Efectivamente, hacia el año 1000, cuando en la Europa cristiana se
predecía el fin del mundo y la ignorancia y la superstición reinaban por doquier,
al-Biruní calculó el radio de la Tierra y demostró que nuestro planeta giraba alrededor
del Sol (cfr. Galileo Galilei: Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo
ptolemaico y copernicano, Alianza, Madrid, 1995). Recordemos que, 633 años después,
el astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642), a los setenta años de edad (1633),
debió comparecer ante un tribunal de la Inquisición y pronunciar de rodillas la
abjuración de su doctrina, (entre otras cuestiones, del movimiento de la Tierra), aunque
añade la tradición que, al levantarse, exclamó: «Eppur, si muove» ("Y sin
embargo, se mueve").
Hacia 1018 al-Biruní acompañó al sultán Mahmud de Gazna en una de
sus campañas y descubre el mundo fascinante de la India. El resultado de casi más de
doce años en el subcontinente se tradujo en la realización de su obra colosal llamada en
árabe Kitab al-Hind ("Libro de la India"), que pasó a ser la principal
fuente de información sobre ese enorme y antiquísimo país que los europeos desconocían
absolutamente. En este tratado de historia, geografía, filosofía y moral, el sabio persa
inserta la siguiente reflexión: «Sólo es digno de alabanza aquél que se aparta de
la mentira y adhiere siempre a la verdad, gozando de respeto incluso entre los mentirosos,
por no mencionar a los demás».
Al-Biruní escribió más de cien tratados de geografía, historia,
astronomía, matemáticas y farmacia. Inventó el «método Biruní» para medir el radio.
También inventó un método para medir el peso genérico de nueve metales y descubrió la
naturaleza de la presión de los líquidos y un método para extraer la sal del mar.
En el Libro de la India hay también una temprana declaración sobre la
libertad, la igualdad, y la fraternidad: «En nuestro tiempo, los hindúes establecen
muchas diferencias entre los seres humanos. En eso nos distinguimos de ellos, pues
nosotros consideramos a todos los hombres como iguales excepto en la piedad. Esta es la
principal barrera entre ellos y el Islam» (de la traducción de E. Sachau, Alberunis
India, Londres, 1888, vol. 1, pág. 7). Véase M. Biruni: Kitab maqalid ilm
al-hay'ah. La trigonométrie sphérique chez les Arabes de l'Est à la fin du Xe siècle,
Instit. Franç., Damasco, 1986.
Los Buÿíes
Los buÿíes o buwaihidas fueron los tres hijos de Buÿeh o Buwaih,
Alí, al-Hasan y Ahmad. Eran originarios de las montañas de Dailam, en el suroeste del
Caspio. Su primer enfrentamiento fue contra las huestes de su vecino dailamita, Mardawiÿ
Ibn Ziyar (m. 935), fundador de la dinastía de los ziyaríes o ziyaridas que gobernaron
en Tabaristán y Gorgán o urÿán (Irán septentrional). Alí se hizo dueño de
Isfahán, al-Hasan tomó la zona central iraní del ibal que incluye una buena
porción de la cordillera Zagrós, y Ahmad anexó las regiones de Kermán y el Juzistán.
En 945, Ahmad entró con su ejército en Bagdad y logró que el califa
abbasí al-Mustakfí (g. 944-946) aceptara la tutela buÿí la cual se extendería durante
ciento diez años hasta 1055, cuando fuera doblegada por los selÿukíes.
Los Buÿíes son los primeros soberanos iraníes que profesaron las
doctrinas de la escuela imamita duodecimana y hicieron del Islam shií la creencia oficial
del Irán.
El fenómeno de que durante la segunda mitad del siglo X una gran parte del territorio islámico estaba en manos de príncipes shiíes es algo bastante poco conocido, a pesar de la inobjetable realidad histórica. Los Fatimíes reinaron en Egipto, Libia y Palestina entre 909-1171, los Hamdaníes de Alepo (944-1003) en Siria y los Buÿíes en Irak e Irán entre 945-1055; sin embargo, no intentaron ningún tipo de alianza y se desvanecieron en la historia de la misma súbita manera como habían aparecido.
Los buÿíes incentivaron las ciencias y las artes. Así, establecieron en Bagdad un observatorio astronómico en 988 y una «casa de la ciencia» en 991 (cfr. Michel Serres: Historia de las Ciencias, ¿El intermediario árabe? Por Paul Benoit y Françoise Micheau, Cátedra, Madrid, 1991, págs. 174-201; David Cosandey: Le Secret de LOccident, Les mécanismes de lévolution scientifique en Islam, Arléa, París, 1997, págs. 151-183).
Adud al-Daula (Isfahán 936-Bagdad 983), emir Buÿí, fue un modelo de gobernante que se ocupó personalmente de los asuntos más insignificantes del reino. Fue, sin discusión, un príncipe tolerante que se esforzó en calmar las pasiones entre los sunníes y shiíes y entre los partidarios de la filosofía y la jurisprudencia rigorista,
conformando a todos y ampliando las dimensiones del saber. Fue también constructor de
hospitales y de mezquitas y madrasas.
Los buÿíes y fatimíes en el Oriente, y los andalusíes en Occidente
hicieron del Dar al-Islam un verdadero paraíso terrenal. Eran los tiempos en que en un
extremo enseñaba Avicena (980-1037) visir de la corte buÿí, e Ibn Hazm
(994-1064) en el otro.
Los Guríes
Los guríes o gúridas fueron una dinastía de soberanos independientes originarios de la región de Gur, en el actual Afganistán, que reinó sobre el Jorasán oriental y ciertas regiones de la India septentrional entre 1000 a 1215. Algunos de sus soberanos residieron en Firuzkú (am), al este de Herat, lugar abandonado donde subsiste un minarete monumental, recientemente descubierto.
R.H. Shamsuddín Elía
Profesor del Instituto Argentino
de Cultura Islámica
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